El matrimonio de dos cristianos es ante todo un
compromiso con Jesucristo y luego de uno con el otro. A Satanás le encanta destruir los matrimonios y la mejor
protección en contra de sus ataques es una profunda relación, mutuamente
compartida, con Jesucristo y un compromiso a obedecer la Palabra de Dios. Ante
este tipo de compromiso, no creo que un matrimonio pueda fracasar.
Sin embargo, para ampliar sobre esto, aquí hay dos
principios que fortalecen el matrimonio. En primer lugar, concentrarse en ser
lo que usted debe ser en lo interno, no solo en lo que dice, lo que tiene o
incluso su apariencia externa.
Pedro le da a este principio a las esposas en 1 Pedro 3.3–4, pero sin duda se aplica a los esposos también:
«Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o
de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible
ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de
Dios».
Un segundo principio es el siguiente: concéntrese en
aprender quién es su cónyuge. He aconsejado a muchas personas cuyos
matrimonios estaban decayendo simplemente porque nunca habían tenido tiempo
para llegar a conocer uno al otro.
Es importante darse cuenta de que ninguna persona es
perfecta y el matrimonio tampoco lo es. Si está aferrado con frustración a un ideal de lo que
quiere que su cónyuge sea, usted está dañando su matrimonio.
Abandone su idea de la pareja perfecta y empiece a aprender a comprender y amar la pareja que
tiene. Viva con su pareja «sabiamente» (1 Pedro 3.7).
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